No se trata solamente de estornudos, molestias en los ojos o un goteo constante de la nariz. Algunas alergias también pueden causar la muerte… instantánea.
Mientras la mayoría de los bebés disfrutan de la leche materna, para otros es como si tomaran veneno. Y lo manifiestan con dolores, diarreas, constipaciones, y una serie de síntomas que parecen no tener explicación. Incluso pueden llegar a manchar los pañales con sangre, ante el espanto de sus mamás.
Algunas alergias son leves y se manifiestan con estornudos, picazón en los ojos, y lagrimeo constante. Otras, en cambio, provocan dificultades respiratorias, fallas cardiacas, descenso de la presión arterial y cuando eso ocurre, después de haber tomado algún remedio, haber comido algo, o haber sido picado por una abeja, se trata de un shock anafiláctico que, si no se trata con extrema rapidez, puede provocar la muerte.
Entonces, ¿qué es una alergia?
El doctor Alfonso Loosli, experto en inmunología del Centro del Alérgica, aclara:
“La alergia es una respuesta exagerada del sistema inmune, frente a sustancias que son inocuas para la mayoría de las personas. Estas sustancias denominadas “alérgenos” son proteínas inofensivas, presentes por ejemplo en pólenes, alimentos o medicamentos. Sin embargo, el sistema inmune del alérgico los reconoce como agentes nocivos, lo que genera una reacción inflamatoria dirigida contra dicha proteína”.
Y, como vimos, esa respuesta puede ser inmediata y explosiva, cuando hay un shock anafiláctico, o tardía, porque reaccionan otras células, manifestando síntomas diversos y molestos que interfieren con la calidad de vida de la persona.
Eso depende del paciente y de los alérgenos.
Por este motivo se habla de diferentes “enfermedades alérgicas”.
Dice el Dr. Loosli:
“La más común de todas es la rinitis alérgica, que afecta entre un 20% y un 30% de la población en Chile. Los alérgenos están presentes en el polen de los árboles, en el pasto, ácaros del polvo o animales domésticos, e ingresan al organismo cuando respiramos”.
La respuesta del alérgico es una inflamación en la mucosa de la nariz, que empieza a picar, a taparse y a gotear como si fuera una fuente interminable. Si el alérgeno es el polen, durará lo que dure la primavera. En los otros casos, los síntomas persisten todo el año.
El asma alérgica también es relativamente frecuente. Se inflama el bronquio, el paciente tose, el pecho le silba y tiene sensación de ahogo (disnea).
En el caso de la dermatitis de contacto, la alergia entra por la piel. El alérgeno puede estar en un metal, como el níquel, o en un cosmético. Ahí donde se produjo el contacto, se genera una respuesta exagerada, con picazón y, a veces, con eccema cutáneo.
Menos común es la alergia alimentaria, que afecta máximo a un 6% de la población. Está provocada por un alérgeno que se encuentra en un alimento, y que al ingresar al aparato digestivo, provoca inflamación, sensación de reflujo, ardor gastroesofágico, meteorismo, distensión abdominal, diarrea y, entre otros síntomas, deposiciones con sangre. También la piel se ve afectada, con ronchas, e inflamación de labios o párpados.
La alergia, definitivamente, es escandalosa en sus manifestaciones. Y en las alergias graves, reitera el Dr. Loosli, “pueden gatillarse síntomas que involucran varios órganos. Hay compromiso cutáneo, intestinal, respiratorio y cardiovascular. Es un cuadro potencialmente mortal”.
¿Qué hacer?
En cuanto a los tratamientos, la primera medida es evitar el contacto con el alérgeno. Pero si no se puede, los facultativos recomiendan distintos fármacos. Sobresalen los antihistamínicos, también llamados antialérgicos, que alivian los síntomas. Los de segunda generación ya no provocan sueño como los de primera generación.
En casos más severos, los médicos prescriben broncodilatadores si hay asma, y en otras situaciones, corticoides, que tienen efecto antiinflamatorio, pero que deben ser rigurosamente controlados.
Y cuando hay un shock anafiláctico y compromiso sistémico, con riesgo de muerte, el único fármaco que se ha demostrado eficaz es la adrenalina, que se inyecta.
Algo más novedoso es la inmunoterapia alérgeno-específica para cada caso. Es un tratamiento prolongado, con un mínimo de tres años, y aunque no funciona para todos, sí ha dado resultados en algunos pacientes. Si se ha identificado el alérgeno, se le va subministrando por vía subcutánea o sublingual, en dosis ascendentes, para conseguir tolerancia y lograr que en el futuro, al tener contacto con el alérgeno, no provoque los síntomas de antes.
¿Qué provoca una alergia?
La respuesta no es absoluta.
Según el Dr. Loosli, “no se nace alérgico”. Para desarrollar una alergia hay que tener la susceptibilidad genética y la exposición al alérgeno. De hecho, se puede llegar a ser alérgico en cualquier momento de la vida. Y si uno de los padres es alérgico, hay un 50% de posibilidades de que el hijo lo sea. Si ambos progenitores son alérgicos, las posibilidades suben a casi un 80%. ¿Y si los padres son sanos? Quizás tienen genes no expresados…
¿Y la lactosa, y el gluten?
El Dr. Loosli explica que no hay alergia a la lactosa. “Lo que existe es la intolerancia a la lactosa, el azúcar presente en la leche. Los azúcares no producen alergias. Las alergias solo son gatilladas por proteínas. Por lo tanto, hay alergia a la proteína de la leche de vaca”.
Algo similar sucede con el gluten. No hay alergia al gluten, hay alergia al trigo, y eso no es lo mismo que la enfermedad celiaca.
Como sea, lo cierto es que las enfermedades alérgicas se han duplicado en todo el mundo en los últimos 30 años. ¿Por qué? Hay varias hipótesis.
Entre ellas, la teoría de la higiene, subrayando que en nuestra vida actual tenemos menos contacto con infecciones, y eso desvía el sistema inmune a una respuesta de tipo alérgica y provoca cambios en el ambiente intestinal. Pudiera ser, también, que con los avances de la medicina se han podido describir enfermedades que existían, pero que antes no se identificaban como tales, como la alergia alimentaria.
De hecho, y para ser muy precavidos, cuando hay alguna sospecha de alergias en la familia, algunos médicos sugieren la eliminación preventiva de alimentos alergénicos en las mujeres embarazadas, como la leche de vaca, huevo, trigo, pescado y mariscos, para que no se los vayan a traspasar a sus hijos cuando los amamantan… pero los beneficios no han sido concluyentes.
Por fortuna, ya están identificados los alimentos que causan más del 90% de las reacciones alérgicas, al menos en los niños. Estos son la leche, el huevo, la soya, el trigo y el maní. En los adolescentes, son el pescado, los mariscos, el maní y las nueces, aunque hay variaciones según el lugar geográfico. ¿Qué elemento común tienen esos alérgenos? Glicoproteínas estables y solubles, resistentes a la degradación por el calor y el ácido, lo que explica su poder.
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La ciencia avanza, pero las preguntas quedan. Por ejemplo, ¿cómo entender una alergia a las zanahorias, al apio o a las papas? ¿Y cómo puede relacionar un médico una otitis, o inflamación del oído, con una alergia a la leche?
Por eso, cuando llega una persona a un servicio de urgencia, con urticaria, dermatitis o asma, el diagnóstico a veces es muy impreciso. Afortunadamente, el shock anafiláctico, detectado a tiempo, se resuelve con una inyección de adrenalina, en la dosis correcta por supuesto, y así se han salvado muchas vidas.
Para tener más datos, a los pacientes que muestran alergias en sus fichas clínicas, normalmente se les realizan pruebas para determinar qué ha provocado esas reacciones. Hay tres métodos comunes. Una es la prueba del pinchazo de la piel, mediante la cual se aplica, en el brazo o espalda, una pequeña cantidad de sustancias que pueden estar causando los síntomas. A los 15 o 20 minutos se ve si hay hinchazón o enrojecimiento. Otro test es la prueba intradérmica, que inyecta el alérgeno y permite observar la reacción (se usa, entre otros, para alérgicos a penicilina o veneno de abeja). Y la más común es la prueba del parche, aplicado en la espalda, que contiene diversos alérgenos que mostrarán, 48 horas después, qué efecto causaron en el paciente.
Sin duda, muchas veces los resultados son claros. Otras veces, ambiguos. Porque no se le pueden poner al paciente “todos” los elementos a los cuales podría ser alérgico. Por ello, muchas madres se remiten en forma casi instintiva el sistema “ensayo-error”, probando qué toleran y qué rechazan sus hijos, porque hasta ahora no existe ningún medicamento que prevenga o cure las alergias. Los famosos antihistamínicos, o antialérgicos, tal como vimos, suelen aliviar los síntomas, pero no aportan soluciones definitivas. Y, para complicar las cosas, hay bebés, niños, adolescentes y adultos que muestran alergias múltiples y además van cambiando sus alergias, de un elemento a otro.
Todo un desafío para la medicina.