Lucía Martell es nutricionista y aunque no trabaja sola, tiene sobre sus hombros una responsabilidad enorme respecto a qué puede o no puede ingerir un alérgico.
Ella vivió en carne propia este tema, porque su primer hijo nació con alergia.
“Cuando me lo llevaron, estaba todo cubierto de granos. Impactante. Pregunté a qué se debía y el médico me dio que era una alergia ambiental. La verdad es que no le creí mucho”.
Era el año 2010 y pronto lo llevó a un pediatra. Ella amamantaba a su hijo, y no entendía por qué podía estar ocurriendo eso. El médico le sugirió eliminar de la alimentación que ella tenía, todo lo que pudiera contener leche de vaca, desde el manjar hasta el queso, y para ampliar el espectro, a modo de prevención, todo lo que pudiera tener soya.
“Yo estaba consciente de que al darle de mamar, en forma exclusiva, la carga proteica que le llegaba a mi hijo iba, por así decirlo, menos pesada para su sistema intestinal, ya fueran proteínas, carbohidratos o lípidos. Pero empecé a eliminar muchos alimentos de mi dieta, y bajé de peso de manera impresionante”.
Incluso así, estuvo tres años dándole de su propia leche, aunque sabía, por su profesión de nutricionista, que existen fórmulas alimentarias, carísimas, que vienen sin elementos alérgenos.
“Simplemente, tengo un niño que es alérgico a la proteína de la leche de vaca, a la soya, las espinacas, las acelgas, todos los productos del mar, los frutos secos, el plátano y la palta”.
Eso, hasta ahora, porque no se sabe con certeza cómo evolucionará un alérgico.
“Al comienzo era muy complicado. Se le hinchaba la guatita, no podía evacuar adecuadamente, había que hacerle lavados intestinales… un cuidado permanente. Y por el sistema ensayo/error hemos ido averiguando qué puede comer y qué no debe comer. Creo que a muchas mamás les pasa lo mismo. Por eso las comprendo cuando las atiendo”.
Valiente, tuvo otra hija, que también es alérgica.
“No sabía qué comer yo, para no darle, a través de mi leche, algo que pudiera hacerle daño. Así que estoy con ensaladas, frutas, arroz y papas, y sigo probando, poco a poco. Pero creo que los médicos que atienden a madres que amamantan a hijos alérgicos deben ser muy cuidadosos al restringirles la dieta a ellas, porque corren el riesgo de desnutrirse y después cuesta mucho recuperar los niveles de hierro y calcio, entre otros”.
Lucía Martell ignora la causa de la alergia de sus hijos, porque no hay antecedentes familiares conocidos. Por eso piensa obtener pronto un magíster en alimentos, para manejar mejor su propia situación. Como ella los especialista del Centro del Alérgico dedican gran parte de su tiempo en investigar e informarse para poder ayudar a los pacientes que acuden al centro.